Es un hecho que la crisis económica constituye un problema que afecta en primer lugar a nosotros mismos, la gente normal, personas con un día a día como el de uno mismo. Pero también es el actual azote de los clubes deportivos en el aspecto económico (deudas interminables, jugadores que no cobran, patrocinadores que se van, etc.).
En los años que llevo viendo baloncesto he descubierto un curioso sentimiento: equipos que no te representan en absoluto, y sin embargo de los cuales recibes sus éxitos con alegría, y te entristeces al saber de una derrota; tipos que jamás jugaran para el equipo de tu ciudad, y aun así celebras sus anotaciones como un seguidor más de su equipo, y te enfureces ante un mal partido.
Pues bien, ese sentimiento me invade al hablar de la situación actual de la Cibona de Zagreb (los más veteranos recordaran aquellos duelos magníficos ante el Real Madrid, con un Petrovic insultantemente dominante). Este club es uno de los más gloriosos en la historia de Yugoslavia/Croacia, cuna de grandes talentos del baloncesto europeo, sobre todo en las décadas de los 80 y los 90.
El caso es que, muy posiblemente, estemos ante una de las ultimas (si no la definitiva) temporadas de la Cibona. Su deuda en torno a los 8 millones de euros, la imposibilidad de pagar a sus jugadores (esta temporada únicamente el entrenador, el gran Perasovic, estaba cobrando con normalidad, teniendo algunos jugadores que prestar dinero a otros para poder estos subsistir) hace imposible que la continuidad del club siga su normal transcurrir. Y aun así la temporada del equipo de Zagreb ha sido muy buena, siendo líder de su competición domestica, y cuajando una actuación mas que digna en la Euroliga.
Ahora solo queda tirar de videoteca, ver algo de buen basket de estos señores, y recordar a este equipo como realmente se merece, como uno de los más grandes de Europa, y no como un club agonizante ante la pésima situación económica.
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